No todo vale por el malestar personal de una peque (o varias) o por el momento de expansión en el juego (individual o grupal). Defiendo una concepción colectiva de la convivencia.

Por respetar el momento de creación en el juego, el fluir del juego, la espontaneidad, el momento único de inspiración… no creo que justifique que otras peques vean su juego o su espacio (físico o sonoro) invadido. Ya sea en el hogar o en un espacio de aprendizaje, puede existir una delimitación por espacios: espacio de juego más tranquilo o de concentración, espacio o sala de movimiento, espacio exterior… permitir un juego de movimiento en una zona de juego de concentración implica no proteger el juego de las peques que están con las construcciones, la mesa de luz, materiales matemáticos, jugando con pinturas de colores… priorizo lo colectivo aunque haya que limitar, cortar, ese juego de movimiento, más aún en el caso en el que exista un espacio destinado a un juego más expansivo. Es más, podría limitar incluso ese juego en la sala de movimiento si implica una necesidad de usar el espacio sonoro de forma amplia, si la intensidad de los gritos que conlleva el juego interfieren el juego de otras compas que estuvieran en esa sala. No todo vale, pero habría que intentar que existiera un entorno preparado que atendiera a las diferentes necesidades de desarrollo.

Y antes de los cuatro/seis años no dejaría bajo la responsabilidad de las peques poder decidir si se permite o no correr o gritar en una “sala de concentración”. No creo que haya que llegar a la autorregulación, ya sea individual o grupal, desde vivencias de malestar de algunas peques; sino desde vivencias de cuidado. A determinadas edades, opino que no debiéramos exponerlas a determinadas vivencias; que estimo corresponden a la responsabilidad adulta.

En las escuelas libres puede haber bullying (y en los grupos de crianza). Es más, creo que es más dañino para la persona o personas que son acosadas; puesto que son conscientes que hay personas adultas que están presentes, que lo están observando, y lo permiten; sintiéndose más indefensas, más vulnerables. Y esa acción, buscando una pretendida autorregulación, está dando al resto de peques, un modelo de no proteger la agresión.

Habría que identificar si no existe un entorno preparado, revisar la forma de acompañar, valorar la cantidad de peques que hay en el espacio, reflexionar sobre la relación con la familia de las acompañantes si se tratara de una escuela… tomar conciencia de que no es algo puntual porque la peque no ha dormido, está malita o tiene hambre, sino que es una dinámica… pero sí, en las escuelas libres puede haber bullying y hay que cortarlo. Habría que identificar qué lleva a las peques a realizar esas acciones, qué malestar estar transitando para que tengan que buscar ejercer ese dominio y acompañar ineludiblemente ese proceso de malestar… pero no todo vale por el malestar.

Y no me refiero a un enfado sano, a un grito, un insulto o un golpe defensivo, de desahogo; sino a bullying provocado por una agresividad destructiva individual o colectiva,

mantenida en el tiempo.

Txelu Lega – La Tribu, escuela libertaria